El comisario de la exposición de arte de Guantánamo
responde a las amenazas de las autoridades de quemar las obras de los presos:
"La censura y la destrucción del arte son táctica de los regímenes
terroristas, no de los militares estadounidenses"
28 de noviembre de 2017
Andy Worthington
Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 31 de agosto de 2023
Golpeado por las críticas a su enfoque paranoico y de mano dura con respecto al arte de los presos de Guantánamo, el
Pentágono parece estar ahora inmerso en un ejercicio de limitación de daños por
la retaguardia, pero puede que sea demasiado tarde.
La semana pasada, como
expliqué aquí, el Miami Herald
informó de que "Oda
al mar: Arte desde Bahía de Guantánamo", una exposición de arte de
presos en Nueva York, con 36 obras de ocho presos, cuatro de los cuales siguen
detenidos, había llevado al ejército estadounidense a decir que impediría a los
presos conservar cualquier obra de arte que hubieran realizado, y a amenazar
con quemarla, lo que provocó críticas generalizadas.
En un contundente artículo de opinión publicado en el New
York Times, que reproduzco a continuación, Erin Thompson, profesora de
delitos artísticos y una de las comisarías de la exposición en el John Jay
College of Criminal Justice, afirmaba: "La censura y destrucción artísticas son tácticas que van bien
con los regímenes terroristas, pero no con el
Ejército estadounidense. El arte no supone ninguna amenaza a la seguridad:
antes de que salga del campamento, es analizado por expertos que estudian su
contenido en busca de mensajes secretos y las obras de aquellos que están
presos en este momento no se pueden vender. Los detenidos de Guantánamo merecen
derechos humanos básicos mientras esperan a ser sometidos a juicio. Retirarles
la propiedad de su arte es increíblemente mezquino y terriblemente cruel".
Para un artículo adjunto del New
York Times, el portavoz del Pentágono, mayor Ben Sakrisson, confirmó a Jacey Fortin por correo electrónico que la
postura del gobierno seguía siendo la siguiente: que "los objetos
producidos por los detenidos en Guantánamo siguen siendo propiedad del gobierno
estadounidense". Fortin también señaló cómo había declarado al Miami
Herald que "sigue habiendo dudas sobre el destino del dinero de las
ventas", en referencia a una línea de la página web de la exposición en la
que se afirmaba que el arte de los presos estaba a la venta.
Erin Thompson explicó que "los únicos cuadros a la venta eran aquellos cuyos artistas habían
sido exculpados y liberados de Guantánamo", según el Times, y declaró:
"La idea de intentar desanimar a alguien destruyendo lo que ha hecho,
aunque el tema sea, en apariencia, inocuo, es muy común en la guerra".
Añadió que se sentiría "angustiada" si los funcionarios estadounidenses
destruyeran alguna obra de arte de los prisioneros.
Una de las abogadas de los presos, Beth Jacob, explicó cómo se gestó la exposición. Afirmó que su
cliente, Muhammad al-Ansi, liberado en enero, le había enseñado sus cuadros
cuando se conocieron, y le dijo: "Me impresionó, y él me dijo que el
profesor de arte de allí le había felicitado". Así que el año pasado, como
dice el Times, "se puso en contacto con la Sra. Thompson para
exponerlos". Varios otros detenidos de Guantánamo aceptaron participar, y
la exposición se inauguró el mes pasado."
Shelby Sullivan-Bennis, abogada de la organización internacional de derechos humanos
Reprieve, confirmó que "la noticia del cambio de norma procedía de los
clientes, no del Departamento de Defensa", como dice el Times, y añade:
Calificó la decisión de "confusa y confusa", y añadió que los funcionarios de Guantánamo habían promocionado
en su día el programa de arte, a pesar de las restricciones sobre el
contenido que se hacía público. "La prohibición del arte que hacía quedar
mal a Estados Unidos ya era absurda", dijo. "Pero una prohibición de
macetas pintadas es simplemente inane".
A continuación reproducimos el contundente artículo de opinión de Erin Thompson, que,
sospecho, contribuyó directamente a una aparente rebaja hoy, de la que
informaba hace tan sólo unas horas Carol Rosenberg en el Miami Herald,
cuando afirmaba: "La idea de incinerar las obras de arte
realizadas por los cautivos de guerra en Guantánamo ha despertado tal alarma
que el ejército estadounidense está debatiendo ahora la posibilidad de
conservar y catalogar las obras de arte de los detenidos en lugar de
quemarlas."
La coronel del ejército Lisa García, del Mando Sur de Estados Unidos, que supervisa la prisión
y a su personal, dijo hoy que el Mando Sur "está recomendando a la prisión
que el personal archive el material gráfico de los detenidos" en lugar de destruirlo.
El abogado Ramzi Kassem, entre cuyos clientes se encuentra Moath al-Alwi, creador de
extraordinarias maquetas de barcos, "calificó de cínica la idea de
archivar las obras de arte en lugar de destruirlas", en palabras de Rosenberg.
"Van a eliminar las obras de arte. Sólo que no van a quemarlo porque eso queda mal", dijo,
y añadió: "Pero si nadie puede ver el arte, también podrían
incinerarlo". Guantánamo siempre ha consistido en deshumanizar a sus
presos y borrarlos. Éste es sólo el último ejemplo".
A continuación reproducimos el artículo de opinión de Erin Thompson. Espero que tengas tiempo
de leerlo y que compartas este artículo si te parece tan impactante como a mí.
Sus pasajes sobre la creatividad y la relación de los presos con el mar me
parecen muy conmovedores, al igual que, me gustaría añadir, las memorias sobre
el mar del ex preso Mansoor Adayfi, publicadas
en septiembre e incluidas en el catálogo de la exposición.
Censura artística en Guantánamo
Erin Thompson, The New York Times.es,
28 de noviembre de 2017
El tapete de oración de Moath al Alwi está manchado de pintura. Todos los días se levanta antes del
amanecer y trabaja durante horas en un complejo modelo de barco elaborado con
materiales reciclados; esta es una de las decenas de esculturas que ha creado
desde su primera detención en la prisión militar de bahía de Guantánamo en
2002. Moath al Alwi es considerado un detenido de bajo perfil, pero su estancia
en la prisión es indefinida; su arte es su refugio.
Las velas de los barcos de Alwi están hechas de retazos de camisetas viejas. Una tapa de una botella
dirige un timón elaborado con piezas de una botella de champú, que gira con
delicados cables de hilo dental. La única herramienta que Alwi usa para hacer
estas elaboradas embarcaciones es un par de pequeñas tijeras de punta chata,
como las que un niño de preescolar utilizaría. Eso es todo lo que puede tener
en su celda.
Tres de los barcos miniatura de Alwi se pueden ver actualmente en una exposición en
el John Jay College de Justicia Penal de la Ciudad Universitaria de Nueva York,
junto con otras 32 pinturas y esculturas de otros prisioneros y exdetenidos.
Mis colegas y yo curamos esta exposición después de enterarnos de que muchos
abogados que han trabajado con los detenidos tienen archiveros repletos de arte
de los prisioneros. En la atmósfera de vigilancia y control que es Guantánamo,
estas piezas de arte son algunas de las formas en las que los detenidos pueden
comunicarse con el mundo exterior.
Sin embargo, la semana pasada, el Miami Herald reportó sobre un cambio en la política militar: el arte de Alwi y los demás prisioneros de
Guantánamo ahora es propiedad del gobierno estadounidense. Las obras ya no
saldrán de los confines de la prisión y ahora pueden destruirse legalmente. A
los abogados de varios prisioneros se les dijo que el Ejército tiene la
intención de quemar las obras.
La censura y destrucción artísticas son tácticas que van bien con los regímenes terroristas, pero no con el Ejército estadounidense. El arte no
supone ninguna amenaza a la seguridad: antes de que salga del campamento, es
analizado por expertos que estudian su contenido en busca de mensajes secretos
y las obras de aquellos que están presos en este momento no se pueden vender.
Los detenidos de Guantánamo merecen derechos humanos básicos mientras esperan a
ser sometidos a juicio. Retirarles la propiedad de su arte es increíblemente
mezquino y terriblemente cruel.
A través de este arte, es posible ver con qué sueñan los prisioneros de Guantánamo en sus celdas, donde
han permanecido durante años sin ir a juicio o incluso sin que se presenten
cargos en su contra. Pintan las cosas que desearían poder ver: atardeceres,
praderas, paisajes citadinos y sus hogares. Pero, principalmente, pintan y
esculpen el mar, representaciones de playas, olas y barcos en delicados tonos y
formas. Esos prisioneros han escuchado y olido el mar durante años, ya que la
prisión se encuentra a unos metros del Caribe. Sin embargo, únicamente durante
cuatro días, en una ocasión, cuando se aproximaba un huracán, los guardias
desmontaron los toldos que cubren las bardas y permitieron a los prisioneros
verlo. El mar es un elemento central de su obra, un símbolo de libertad.
Hacer arte es una necesidad profundamente humana. Observar este arte ha permitido a miles de visitantes de
John Jay College de Justicia Penal y de otras partes ver que sus autores son
seres humanos. A estos detenidos se les ha tratado de maneras fundamentalmente
deshumanizantes, que van desde la tortura hasta la negación de juicios justos,
y su arte nos recuerda que no podemos ignorar su condición.
La mitad de los artistas que aparecen en nuestra muestra fueron liberados después de demostrar que no
suponen ninguna amenaza para Estados Unidos, al igual que sucedió con cientos
de otros detenidos antes de ellos. Quemar los barcos de Alwi no ayudará en la
guerra contra el terrorismo. Hacer arte es la única forma de terapia disponible
en Guantánamo. El arte ayuda a los detenidos a mantenerse cuerdos, lo cual
significa que aquellos que son culpables algún día estarán en condiciones de
ser enjuiciados. Además, limitar y quemar el arte de los detenidos ofrece otra
excusa a los grupos terroristas para alentar a sus seguidores a señalar un
ejercicio irracional de poder absoluto.
Para cada uno de sus modelos de barcos, Alwi frunce cartón para convertirlo en plumas a fin de crear
una proa en forma de águila. A medida que pasa meses en la creación de cada
uno, se imagina a sí mismo como un águila que se eleva sobre el mar. Salvo que
el Ejército dé marcha atrás a su nueva política cruel, ya no podrá lanzar sus
frágiles creaciones al mundo para que sean libres en su lugar.
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